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Untlited II

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Untlited

Capítulo II

by Rashi

-Buenas noches, Gaara-san -Dijo Hinata abochornada-.

-Buenas noches, Hinata-san –Respondió Gaara cordialmente-.

Hinata se escondió poco a poco en su habitación, mientras cerraba la puerta tras de sí. Sin duda, habían ocurrido demasiadas cosas en muy poco tiempo, y todo era culpa de sus amigos. Sin darse cuenta, jamás pudo frenarse a sí misma… siempre accedía a lo que todo el mundo le pedía, ya sea en la clínica, como en la calle, como sus amigos, como su familia… Sólo dos veces le dijo que no a alguien, y habían sido a la misma persona; su padre. La primera fue cuando terminó su escolaridad y su padre insistía en que estudiase ingeniería comercial o administrativa, siempre quiso manejar su futuro, siempre quiso que ella ganara el dinero que él jamás logró… Pero ella se negó. Ella decidió estudiar medicina veterinaria antes que cualquier cosa, y como consecuencia de su deliberada desobediencia, sólo consiguió que la echaran de su casa, obligándose a trabajar para poder salir adelante. Y la segunda vez… La segunda vez fue cuando su padre la quería volver a admitir en su casa y familia, pero con una condición: casarse con un amigo de su padre que, al parecer, tenía y/o manejaba, bastante dinero –mentira-. Y qué bueno que lo rechazó, ya que, de haber aceptado… su vida sería una verdadera miseria.

Las fotografías que instaló en su habitación lo cobijaban, extrañamente se sentía en casa. Sin percatarse de nada se descubrió a sí mismo imaginándose la cara de su anfitriona. Sin duda era bella, jamás lo negaría, pero no podía sacarse de la cabeza la estúpida idea de que escondía algo… algo asombrosamente doloroso. Su cara era demasiado dulce para ser verdad. Su cabeza, su mente y su cuerpo se durmieron discutiendo sobre la verdad oculta de Hinata.

Su nariz olió una exquisita fragancia, algo ensordecedor, descomunal. Era un desayuno casero… como los que alguna vez, en su infancia, su madre le preparó. Se levantó de un impulso de la cama, salió de su habitación temporal y se asomó por la escalera. Vio al mapache paseándose por el primer piso de la casa, haciendo un centenar de poses, no lo dudó y fue por su cámara, olvidándose del exquisito aroma que hacía salivar toda su boca. Bajo rápidamente los escalones y comenzó a jugar con el mapache, mientras le tomaba fotografía tras fotografía.

Escucho unas pisadas en la madera del suelo y un par de gemidos del mapache, se asomó lentamente por el umbral de la puerta de la cocina, observó detenida y atentamente lo que sucedía en la sala de estar de su casa. Era algo indescriptible, estaba fuera de toda contemplación; su nuevo amigo –el mapache- había encontrado un amigo. Era descomponedor, ya que su pequeño amigo parecía estar hecho para la cámara. Era increíble. Dio unos pasos para ver si podía unirse a ellos, pero su mascota lo hizo primero: comenzó a correr en su dirección, y su invitado Gaara lo siguió desde cerca con la cámara delante de su rostro. El pequeño animal comenzó a escalar una de las piernas de Hinata, al igual que Gaara, pero con su cámara. Fotografió cada centímetro por el que pasaba el pequeño mapache mientras escalaba el cuerpo de Hinata, llegando hasta su cuello. Gaara tomó una última fotografía, pero esta vez del rostro de Hinata, enfocando sus grandes y blanquecinos ojos. Se detuvo de un respingo y sacó de vista la cámara, y se quedó viendo a Hinata… directamente a sus ojos, ella le sostenía la mirada, sólo a penas, pero lo lograba. Gaara se acerco un poco más a su rostro, y lentamente comenzó a subir hasta su frente para, posteriormente, depositar un cálido y reconfortante beso en su cálida y blanca piel.

-Buenos días –dijo Gaara seriamente-.

-B-bu-bu-buenos… días –respondió Hinata al borde del colapso-. E-eso…

-Lo lamento, es la costumbre. Toda la vida he saludado a las mujeres de mi familia de esa manera –hizo una pausa para respirar hondo-, y sinceramente… me apetecía hacerlo.

¿Te apetecía? –preguntó incrédula-

-Pues claro. Nunca antes una mujer me cautivó con sólo mirarla… excepto mi madre –Hinata no sabía si su deber era molestarse o aceptar el halago camuflado de Gaara-.

-Oh… no, no hay problema –le dedicó una gran y sincera sonrisa, cosa que hizo sonrojar a Gaara, haciendo que este se alejara-. ¿Tienes hambre?

-Em…-el vacío en su estomago aumento considerablemente- sí, creo que si –mintió-. La verdad es que me despertó el olor de tu desayuno.

-Oh… yo quería que fuera sorpresa… Hace mucho que no tengo visitas, así que me emocioné demasiado con el desayuno –se sonrojó y agachó la cabeza, juntando sus manos en el centro de su cintura-.

-Muchas gracias, me muero de hambre… no lo quería admitir, pero, cuando salí con Naruto ayer, no pude probar bocado alguno, simplemente no pude –dijo Gaara con cara de sentir náuseas-.

-Déjame adivinar…

-El bufet de Sakura –dijeron al unísono-.

Las risas no se hicieron esperar, ya que era verdad: el bufet de Sakura apestaba a rayos, y eso todo el mundo lo sabía, con mayor razón Hinata, quien era invitada una vez –a lo menos- al mes a cenar con ellos. Y, al parecer, Gaara también había caído en la trampa de Naruto: "Sakura nos ha preparado un festín". El cual era un vil engaño para no hacer sentir mal a su futura esposa.

El ambiente se relajó entre ellos, ahora se percibía más confianza entre ellos, ambos comían mientras Gaara elogiaba cada sorbo de jugo, cada pedazo de pastel, cada bocado de waffles, cada mirada que Hinata le regalaba… Por un momento se le quedó viendo fijamente mientras masticaba su pastel de arándanos, fueron minutos que parecieron horas. Gaara no se lo explicaba, pero no podía –no se permitía- el dejar de verla, observarla, contemplar su delicado rostro y sus labios carnosos…

- ¿Tienes algo planeado para hoy? –preguntó Hinata-.

-La verdad es que no, estoy de vacaciones mientras dure todo lo del matrimonio de Naruto –contestó Gaara después de beber un sorbo de su tasa con café-. ¿Por qué, tienes que trabajar?

-No, hoy la clínica está cerrada… pero voy de todas formas para ver el estado de los pacientes que están hospitalizados.

- ¿Eres doctora?

-No, no lo soy –sonrió-.

- ¿Entonces? ¿Eres una especie de enfermera?

-No, no lo soy –dijo divertida-, vamos, trata de adivinar.

-Me doy, no estoy hecho para las adivinanzas –dijo serio-.

-Veterinaria.

-Veterinaria… -repitió-, veterinaria ¡Veterinaria! –gritó emocionado-. ¡Dios! ¿No puedes ser más perfecta? –Hinata se sonrojó súbitamente, su cara parecía un verdadero tomate. Desvió la mirada y escondió su mirada tras su flequillo. Gaara se levantó de su asiento y caminó hacia ella-. De verdad, eres una mujer inimaginable, Hinata-san. Tienes mi más eterna admiración.

Hinata levantó su cabeza de golpe y luego se giró para ver a Gaara, completamente sorprendida. Llevó sus manos hacia su pecho, tratando de excusarse.

-N-no, Gaara-san. Yo no…

- ¿Hinata-san, me permitirías ir contigo?

-P-por supuesto, Gaara-san.

-Perfecto, iré a cambiarme y a por mis cosas –y se fue corriendo hasta el segundo piso-.

-Dios… ¿qué ha sido todo eso…? Gaara-san es tan honesto, demasiado… será lindo conocerlo. –pensó.

Gaara no sabía en qué estaba pensando, de hecho si, era ella, de verdad le había agradado. Hacía siglos que no comía así de bien, hacía siglos que no se sentía a gusto con una mujer… que no fuera su hermana. Guardó sus dos cámaras preferidas en su bolso de la suerte, se encerró unos minutos en el baño para poder arreglarse y hacer sus necesidades biológicas antes de marcharse. Una vez fuera del cuarto de baño tomó su bolso de la cama en la que había dormido e inició su camino hasta el primer piso. Una vez abajo se puso uno de sus abrigos, esta vez negro, que le llegaba debajo de las rodillas, con botones inclinados más hacia la derecha que en su centro. Tomó una bufanda bastante maltratada del perchero y se le quedó viendo detenidamente. Él… él conocía esa bufanda…

-Es mía, la guardo como a un tesoro… era de mi madre –dijo con tristeza-.

-Lo lamento, no quise incomodarte –dijo apenado, dejando la bufanda en su lugar-.

-Oh, no te preocupes. Es más –caminó hacia la bufanda, la tomó entre sus manos, la observó nostálgicamente y, sin darle tiempo para hacer algo, la amarró al cuello de Gaara-. Es muy importante para mí, así que Gaara-san, por favor, cuídela como si fuera mi alma.

Eso descolocó completamente a Gaara, su corazón comenzó a latir estrepitosamente rápido, no lograba controlarlo, sentía que un paro cardiorespiratorio sería poco al lado de lo que sentía. Sus ojos se posaron sobre los suyos, no podía resistir el naciente deseo de tenerla entre sus brazos. Todo a su alrededor enmudeció. No sentía nada, ni siquiera al molesto mapache que le mordía la basta del pantalón. Sólo podía mirar esos ojos que lo llamaban, que lo incitaban a dejarse llevar por un arrebato de locura colectiva. Una de sus manos se levantó y tomó la de Hinata. Su rostro se refugió en la bufanda, dejando que su mirada se perdiera entre sus cabellos rojizos.

-Lo prometo, Hinata-san. Ahora, vámonos, antes que comience a llover –dio un leve tirón a la mano de Hinata y la llevo hasta la salida-. Dame las llaves, yo cerraré –Hinata le extendió las llaves y cerró la puerta de la casa, luego caminaron juntos a la puerta de acero fundido que era la reja del patio que daba hasta la calle-.

No tardaron mucho en llegar a la calle en la que Hinata se había encontrado a su pequeña mascota, hasta que recordó…

- ¿Cómo crees que deberíamos llamarle? –preguntó Hinata inocentemente-.

- ¿A qué te refieres? –Preguntó exaltadamente Gaara-.

-Al… ¿señor mapache?

Gaara dejó escapar un sonoro suspiro, pero al comprender la pregunta y el rumbo que tomaría la conversación, así que se puso a meditar qué respuesta darle a la mujer que caminaba a su lado…

-¿Conoces la historia de Shukaku? –Preguntó Gaara.

-¿Shukaku?

-Si… en mi pueblo natal siempre nos contaron esa historia, para no toparnos con él en algún momento de nuestra vida… Se trataba de una bestia con apariencia de mapache, no tenía mucha semejanza con un mapache, ya que sus colores eran completamente diferentes, pero su aspecto físico se parecía bastante…

-Y… ¿qué apariencia tenía? Me refiero… a cómo era –Hinata trataba de imaginárselo pero no lo conseguía, sólo se imaginaba a un mapache con malformación y descendencia de colores poco comunes, como un mapache alvino-. ¿De qué color era?

-Arena…

-¿Me quieres decir que era como mi señor mapache?

-Si te has dado cuenta, entonces no es necesario decirlo…. ¿Entonces, qué te parece?

- ¿Shukaku?

-Así es.

-De acuerdo… aunque tendrá mi apellido –sonrió-.

-Me parece bien.

Y continuaron su camino entre silencios tanto cómodos como incómodos… En ocasiones no se les ocurría con qué iniciar una conversación, pero inmediatamente se percataban que no hacía falta hablar, por lo que continuaron en silencio. Gaara ya no lo negaba más, sin duda Hinata le atraía de una forma considerable, y es que era imposible que no lo hiciera, simplemente era encantadora y no sólo por su personalidad, puesto que su físico era algo de admirar en esos días, él admitía estar algo subido de peso, pero eso se debía a su mala alimentación –hamburguesas todos los días a la hora de almuerzo le harían perder su equilibrio anatómico y fisiológico- ya que con el poco tiempo para dedicarse a su persona estaban pospuesto por asambleas y exposiciones alrededor del mundo. Mas nada lograba con lamentarse… ya que después del desayuno de esa mañana estaba seguro de que lograría una dieta completa y más que balanceada.

Hinata por su parte no quería admitirlo, pero estaba totalmente cautivada con lo apuesto que era su nuevo amigo, y esa mañana, como nunca antes, estaba feliz y ansiosa… no se explicaba la razón de su felicidad, pero si las ansias, ansias de no perder la compañía tan agradable que significaba su nuevo invitado. No todos los días encontrabas un hombre con tales dotes físicos, y mucho menos a alguien que disfrute su pasión y profesión, al igual que uno mismo… Él era, sin lugar a dudas, un hombre perfecto, un amante de criaturas sin voz ni voto, definitivamente, una persona con esas cualidades, no podría pasar desapercibido para ella. Quizá… esas mariposas en su estómago y ese nudo en su garganta al momento de querer hablarle significaran algo, algo que no podía sólo dejar pasar…

Sus pies se detuvieron al llegar a la entrada de la clínica donde Hinata trabajaba.

Después de, al menos ocho minutos de abrir candados y cerraduras, llegaron a la oficina de Hinata, donde Gaara percibió su aroma impregnado en todos lados. Hinata le extendió una bata blanca.

-Póntela, no querrás ensuciar tu ropa –dijo algo divertida-.

Gaara la aceptó sin objetar ni agregar nada, se quitó su abrigo y se colocó la bata. Vio como Hinata comenzaba a caminar en dirección a una puerta al fondo de su oficina, la siguió. No lo había notado, pero Hinata ya llevaba una bata blanca al igual que él. Hinata abrió la puerta y una verdadera lluvia de aullidos y quejidos se comenzaron a oír provenientes de todas direcciones. Los oídos de Gaara habían tenido el privilegio de escuchar tales estruendos en la selva, pero jamás agrupados en una sola habitación todos a la vez. No pudo más que taparse los oídos instintivamente. Hinata se volteó a ver su reacción, y no pudo soportar el dejar escapar una risita, menuda, pero perceptible para Gaara.

-Bien, es hora de trabajar. Espérame un momento aquí, yo iré por unos medicamentos, guantes y jeringas –y desapareció-.

Está bien, Gaara… ahora haz lo tuyo pensó Gaara mientras sacaba su cámara digital. Se paseó por el pasillo observando las jaulas y los animales que ellas contenían, que en su mayoría eran perros y gatos. Fotografió dos gatos que llamaron su atención y al menos unos cuatro perros –imponentes a su parecer-, esperó a que Hinata volviera para poder ver a qué nivel estaba… ya que, ser veterinario siempre había sido uno de sus pocos sueños, por eso era lo que era, mezcló sus dos sueños y los hizo profesión… y hasta ese instante, era el mejor en el rubro –y jamás lo dejaría de ser-. Hinata estaba de vuelta con una caja bastante grande, por caballerosidad le ayudó a cargarla.

- ¿Me ayudarás en todo, verdad? Gaara-san… -no lo pudo evitar, se sintió sonrojar, no quería decirlo con otra intención, pero no lo logró. El doble sentido había sido demasiado obvio-.

Gaara no pudo evitar sonrojarse ante el claro doble sentido que le dio a esa oración, pero su ser no le dejó articular un sincero Claro que si, Hinata-san…, que obviamente fue entendido por ambos.

-Gracias, Gaara-san. Me alegra haberte conocido –dijo mientras le dedicaba una dulce sonrisa-.

Sus miradas se encontraron cálidamente un par de segundos que, al parecer, se hicieron eternos….

Continuará…
No pensé en continuar este fic, así que disfrútenlo ^^

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