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Invierno

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Invierno
-by Rashi Itami-

Chapoteaba en los charcos que se formaba a su alrededor. La lluvia era hermosa y el frio satisfactorio. Se sentía una verdadera adulta, por fin había dado su primer beso, a su corta edad de trece años. Las botas con las que se devolvía a su casa desde el colegio estaban empapadas, al igual que sus pies y piernas. Nadie la veía, bueno, nunca lo hacían, así que daba lo mismo.

Su amor de infancia, Naruto Uzumaki la había besado. ¡De lleno en la boca! Su alegría era inmensa, pero luego de caer justo en medio de una posa se detuvo, sintiendo como el agua se escurría entre sus piernas hasta el interior de las botas. Su mirada se escondió tras su flequillo estilando y goteando por la falta de un paraguas. Y sus sollozos no tardaron en mezclarse con el sonido de la lluvia al caer, y sus lágrimas con la lluvia tampoco.

–Lo lamento, Hinata-chan. Me he tropezado y ha sido sin intención, espero no te molestes.

–N-n-n-n-no… n-no te pre-ocupes, Naruto… kun.


Era una imbécil, una niñita imbécil que creyó haber dado su primer beso, el cual fue solo un tropiezo, una equivocación, nada más.

La lluvia continuaba cayendo sobre su cuerpo, empapándola por completo. Ni siquiera notó cuando se arrodilló en el agua, de seguro y pescaba un resfriado para no volver nunca más a su escuela, para nunca más volver a verlo.

Con sus manos sujetó su bolso, el cual contenía sus cuadernos. Se puso en pie y continuó su camino a casa, pero cuando llegó a la esquina de esa cuadra vio dos figuras peleando, embarrados y empapados. Sus cosas estaban regadas por el suelo. No logró escuchar muy bien lo que se gritaban, pero reconoció una de las voces. Era el que, al parecer, estaba ganando; tenía sujetado por el cuello de la camisa al otro estudiante de cabello rojo, al igual que su frente… estaba sangrando. No pudo distinguir al brabucón ya que llevaba un abrigo con gorro que cubría toda su cabeza, pero no logró esconder un par de mechones rubios.

Era Naruto… y ¡estaba golpeando a un chico!

Corrió para tratar de detenerlos pero justo cuando llegó hasta ellos y grito su nombre él estiró su brazo hacia ella dándole un golpe justo en su nariz con el dorso de su mano cerrada en un puño, el que al parecer iba con la intención de golpear al otro chico.

Naruto se volteó estrepitosamente al notar a Hinata, al igual que el otro estudiante.

–Eres un maldito… ¿Ahora también golpeas mujeres? –dijo el de cabello rojo.

–No digas estupideces, Gaara. Fue un accidente, ella es mi amiga –contestó Naruto.

Hinata se removía entre el lodo y el agua de la lluvia del suelo, hasta reincorporarse, tenía su mano izquierda tapando su nariz y boca. Miraba horrorizada hacia Naruto mientras alejaba su mano para poder observar la sangre que se agolpó en ella. Gaara se levantó estrepitosamente empujando a Naruto cayendo junto a Hinata, llenando sus pantalones de agua y lodo, estaba petrificado.

–Eres un maldito, Naruto. Si es tu amiga, al menos, debiste ayudarla de inmediato –acusó Gaara con una mirada y una voz llena de odio.

Se acercó a Hinata y tomó su mano fuertemente, levantándola. Se dio vuelta y sin oponer ninguna resistencia por parte de ella, se la echó en la espalda dejando a un confundido Naruto tirado en el fango mirándolos alejarse, estupefacto.

–¿Estás bien? –preguntó Gaara seriamente mientras trataba de acelerar un poco el paso.

–C-c-c-c-c-cre-creo… s-s-s…i me… me due-le un p-p-poco… –contestó temerosa y avergonzada por la situación en la que estaba metida.

–Te llevaré a mi casa, necesitas ver esa nariz, aunque parece que dejó de sangrar.

Hinata no contestó, sólo asintió tímidamente mientras que trataba de esconder su dañado y sangriento rostro tras el hombro de Gaara.

Después de unos largos minutos llegaron a una grande pero antigua casa café, Gaara sacó un llavero con las llaves de la casa con una mano, mientras intentaba no tirar a Hinata al suelo. Logró abrir la reja que separaba la casa de la calle, acomodó a Hinata tras su espalda. Las piernas le temblaban, no hallaba la hora de poder soltarla, todo el trayecto era demasiado y justo cuando iba a abrir la puerta, esta se abrió sola dejando ver a un hombre alto de cabello café y ojos brillantes.

–Demonios, Gaara. ¿Qué has hecho ahora? ¿Una chica? ¿Qué viene después, un asesinato o un embarazo adolescente? –preguntó molesto el joven en el umbral de la puerta.

–No he sido yo Kankuro, ahora ayúdame –sentenció serio Gaara posando su rodilla derecha en el suelo, Kankuro se acercó para ayudar a Hinata a incorporarse. Pero al ver su nariz ensangrentada se apresuró y la levantó en brazos para llevarla dentro de la casa.

Una vez adentro la dejó sobre un sofá café junto a una pequeña pero cómoda chimenea, junto a estos: una pequeña mesa de centro con cuadernos, libros y lápices daba a entender que el tal Kankuro se encontraba estudiando, no vio por donde desapareció, pero rápidamente lo vio aparecer con un botiquín. Comenzó a sacar una serie de cosas, pero distinguió la povidona yodada, la gasa y unas tijeras.

–Bien… dime dónde te duele –preguntó él.

–N-n-no… lo sé…. Sólo n-no sien-t-to la nariz –contestó ella volteando la mirada, topándose con el tal Gaara que se limpiaba la frente con un toalla húmeda.

Kankuro le comenzó a toquetear la cara y la nariz, mientras que con la gasa y la povidona le quitaban los restos de sangre seca.

–Tienes suerte, no se ha roto, pero tienes que cuidarla demasiado. Lo más probable es que quede muy sensible y al más pequeño golpe se quiebre… -Kankuro la quedó mirando a los ojos fijamente– ¿Qué edad tienes? –Hinata lo miró incrédula y alejó su rostro del de Kankuro que estaba muy cerca del de ella.

–T-trece… –contestó ella.

–¡Perfecto! Eso será mejor y ayudará a sanar más rápido tu nariz, aunque, probablemente te quede alguna cicatriz –Kankuro le sonreía mientras le lanzaba miradas perturbadoras a Gaara. –Bueno, descansa un poco, te traeré un té –y dicho esto se retiró de la sala.

Gaara se acercó a ella y se sentó en el sofá de la sala, mientras aún se secaba la cara, pero esta vez sólo el agua.

–¿Por qué interferiste? Tu nariz pudo haber quedado horripilante –dijo Gaara.

–No lo sé… s-sólo vi a Narut-to-kun y que te estaba lastimando. No… lo pude evitar –Hinata bajó el rostro, y su voz a penas y era un susurro.

–Gracias, pero no era necesario.

Un incomodo silencio se hizo presente hasta que Kankuro apareció con una humeante taza con té. Se la dio a Hinata y se sentó en el suelo, justo donde los cuadernos de la pequeña mesa apuntaban.

–Si me disculpan, seguiré estudiando –dijo Kankuro. Hinata asintió y Gaara sólo desvió la mirada.

Hinata continuó bebiendo su té, hasta que su celular sonó. Lo buscó dentro de su bolso hasta que vio la pantalla iluminada, lo tomó y vio quién la llamaba: era su padre.

-¿Qué sucede? –Preguntó Kankuro.

-Es m-mi padre… no sé qué excusa darle por demorarme tanto –contestó Hinata, sin saber qué excusa inventarse para que su padre no la volviera a castigar.

–Dile que estas en casa de un compañero estudiando y no te has ido por la lluvia –dijo calmadamente Gaara exaltando a Kankuro y a Hinata.

–Buena idea, dile que más tarde te iremos a dejar en el auto de papá –contestó Kankuro con una sonrisa despreocupada. Hinata asintió avergonzada y contestó a su celular.

–¿P-padre?

–Hinata ¿dónde estás? Has tardado demasiado –dijo su padre desde la otra línea.

–L-lo siento, padre, estoy en casa d-de un… amigo estud-diando, su h-hermano mayor me ll-llevará a casa en auto –los nervios la atacaban, haciéndola temblar desesperadamente.

–De acuerdo hija, hazme saber de tu llegada, para poder hablar con el hermano de tu compañero, adiós –y dicho esto cortó la llamada.

Gaara permanecía impertérrito, mientras observaba a Hinata. Se tocó la frente, donde Naruto le había dado el cabezazo más fuerte que había recibido en toda su corta vida. Tenía algo hinchado alrededor de la herida, pero era soportable, sin embargo, Hinata tenía su nariz completamente hinchada, hasta sus pómulos presentaban una anomalía. No lo pensó, se paró y se dirigió a la cocina. Buscó por todo el lugar una bolsa para el hielo, luego de encontrarla se dirigió a la nevera, tomó un puñado de hielos de la hielera y los metió en la bolsa, cerró la puerta de la nevera con su codo derecho mientras que caminaba de vuelta a la sala de estar mientras cerraba la bolsa con el hielo en su interior. Llegó junto a Hinata, y, sin decir nada, le estampó cuidadosamente la bolsa con hielo en la cara, justo sobre la nariz. Hinata chilló y se echó hacia atrás debido a la presión, pero se enderezó al instante, dejando que el frío la acogiera. Kankuro los quedó mirando detenidamente, estaba algo sorprendido, ya que Gaara nunca presentaba esa atención por nadie, ni siquiera por él y por su hermana mayor. Recostó el codo izquierdo sobre la mesa donde estudiaba y dejó descansar su cabeza sobre la mano del brazo que descansaba, dobló las piernas y los contempló detenidamente, imaginando in sin fin de cosas con respecto a los niños que estaban frente a él.

–Gracias –dijo Gaara de la nada. Esto hizo sobresaltar a Kankuro y confundir aún más a Hinata. – Gracias por ayudarme y… lamento que te haya pasado esto …emm… –Gaara dejó el agradecimiento en el aire, inconcluso. Hinata no respondió, sólo cerró los ojos levemente disfrutando el hielo derretirse sobre su nariz. Hasta que los abrió, desvió la mirada hacia Kankuro y después la devolvió y miró tímidamente a Gaara a los ojos.

–No hay de qué, Gaara-kun –contestó sinceramente. – También… t-te doy las g-gracias, a usted también –volteó hacia Kankuro y hizo un leve amago de reverencia–, Kankuro-dono.

–No te preocupes –Kankuro no quiso agregar nada más a la conversación–, con su permiso, voy al baño –y dicho esto se retiró de la sala.

–¿Me dirás tu nombre? –preguntó Gaara, aún con la bolsa en el rostro de Hinata.

–Hyuuga… Hinata –contestó.

–¿Hyuuga? Tienes alguna relación con Hyuuga Neji?

–¿Neji-niisa? Es mi primo…

–Ya veo… Lo mejor será que, después de esto no me vuelvas a hablar, y mucho menos a hablar –el tono en la voz de Gaara era frío y seco.

–¿A q-qué se debe eso? –Hinata estaba desconcertada, no había pensado en hacerse su amiga, pero, por su ayuda, le caía bien y no le gustó para nada que dijera eso.

–No te conviene frecuentarme, no soy muy buena influencia que digamos, por si no lo has notado.

–A mi n-no me parece que seas así, me ayudaste… cosa q-que ni… Na-Naruto-kun hizo… –estaba triste, de eso no había duda alguna, pero le desagradaba saber que el causante de esa tristeza era el desgraciado de Naruto.

–Es lo mejor, no me gustaría traerte problemas, además… de seguro tu primo no ha de contar grandes cosas sobre mi.

Y eso fue todo, Kankuro había regresado del baño, pero estaba listo para salir, se había hasta cambiado de ropa, tenía unas llaves en las manos, le hizo una seña a Gaara para que se acercara, le habló un par de cosas al oído y este se retiró, pero volvió bastante rápido, con una camisa, un pantalón y una chaqueta, todas negras. Se acercó a Hinata y se las extendió.

–Estás empapada… ve al baño y cámbiate –dijo Gaara mientras Hinata se sonrojaba estrepitosamente y recibía la vestimenta.

Gaara le indicó que lo siguiera para indicarle donde estaba el baño. Una vez dentro, Hinata comenzó a desvestirse nerviosamente mientras pensaba que Gaara le explicaba a su hermano como es que ambos llegaron ensangrentados a casa. Estaba avergonzada y nerviosa, y no se hallaba en el espejo, esa no era ella. Sin duda alguna, ese día algo había cambiado en ella… todo por culpa de un niño imbécil. Se sentía rara, esa ropa no le sentaba mal, mejor dicho, el negro no le iba nada mal, se sentía a gusto con ese color, como nunca antes. Se revisó detenidamente su nariz, estaba algo hinchada, pero levemente, así que podía decirle a su padre que se había golpeado con una puerta o la pared. Tomó su ropa mojada y la comenzó a doblar, la tomó en sus manos y salió del baño, encontrándose a Gaara esperándola.

–Ten –dijo Gaara extendiendo una bolsa de plástico. Hinata se sonrojó levemente mientras la recibía y guardaba su ropa en ella. Susurró un leve gracias, mientras trataba de desviar la mirada. Él también se había cambiado de ropa, y notó que el negro le sentaba muy bien. – Vamos.

Hinata lo siguió hasta la sala donde Kankuro los esperaba con un largo abrigo negro contrastando con su cabello castaño ceniza. Se puso de pie y caminó hacia la puerta.

–Espérenme aquí, iré a sacar el auto –y dicho esto, Kankuro desapareció por la puerta de entrada.

–¿C-cuándo podré devolverte… tus cosas? –preguntó Hinata.

–No es necesario, de verdad no quiero traerte problemas –contestó Gaara.

–P-pero… ¡¿cómo d-dices eso?! ¿Q-qué eres, un traficante, un a-asesino, para que me d-d-digas eso? –gritó histérica. Gaara quedó sorprendido, en realidad sólo era un pobre busca pleitos, un niño problema, un rebelde sin remedio. –A-así q-que dime d-dónde y c-c-c-cuándo podré devolverte tu ropa.

Gaara seguía anonadado ¿qué se creía? Pero… tenía razón, y no dejaba de tenerla, sólo era un despreciable renegado social.

–¿A qué hora sales mañana de clases? –preguntó. Hinata quedó desconcertada ante la pregunta, le costó procesarla, hasta que la entendió. Se sonrojó de golpe y le miró.

–A las cuatro de la tarde…

–De acuerdo, iré por ellas mañana y… no lleves paraguas –y dicho esto se dirigió a la puerta de la casa, le hizo una seña de que la siguiera, Kankuro los esperaba en la entrada de la casa con el auto encendido. Subieron y emprendieron el viaje a la casa de Hinata…

Fin.
Visita también nuestra página en conjunto con :iconpitukel: de fanfiction [link]


Los personajes de Naruto no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.

Historia by :iconrashima-itami:
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